A un ferry de distancia del centro de la ciudad (desde la Plaça XV), en un bonito recorrido de unos 60 minutos con unas hermosas vistas de la ciudad y la bahía, la isla de Paquetá es uno de los secretos mejor guardados de Río de Janeiro.
Al noreste de la Bahía de Guanabara, esta pequeña porción de tierra es, además de bella, declarada Área de Preservación del Ambiente Cultural. Y así lo demuestra con su particular y descontracturado estilo. Todo se conjuga en Paquetá para que, desde el momento que se llega en el ferry, el visitante sienta que no está en esa metrópoli que es Río de Janeiro, sino en un lugar donde el tiempo no corre.
En esta isla no están permitidos los autos. Para recorrer sus menos de 10 kilómetros de diámetro se puede utilizar el ‘trenezinho’ (tren), que recorre la costa, y que incluso está coordinado con la llegada de los ferries. También se puede recorrer en bicicleta o ecotaxi, y por supuesto hay muchos que eligen recorrerla a pie, lo que es perfectamente posible y disfrutable, admirando sus edificios coloniales y las vistas de la Bahía de Guanabara.
La Rua Furquim Werneck y Pinheiro Freire son las calles principales, que llevan hasta el puerto. Aquí es donde encontrar comercios, bares y restaurantes. Un clásico a la llegada del ferry es el bar Vira Canto, donde se muestran relojes con la hora de varios países, y uno en particular es el reloj de Paquetá, cuya particularidad es carecer de agujas, y en él dice: «Olvídese del tiempo, usted está en Paquetá» (escrito en portugués). Otro de los emblemas de la isla es la Casa de Artes, que ofrece una interesante y variada agenda de eventos culturales, que incluyen entre otros, la orquesta joven de la ciudad, que incluso tiene sus momentos más nutridos en los meses de junio y julio.
El parque Darke de Mattos, recientemente revitalizado, es uno de los lugares más hermosos donde apreciar las mejores vistas de la Bahía de Guanabara. Un lugar muy particular de Paquetá es el cementerio de pájaros, concebido como símbolo de amor a la naturaleza y a los pájaros, es el lugar donde los locales entierran a sus aves, y además donde muchos foráneos acuden de visita.
La Praia da Moreninha es la más concurrida por los locales y también por los visitantes, aunque sus aguas no son del todo recomendables. Sí lo es el mirador junto a la playa, donde está la formación rocosa llamada Piedra da Moreninha. En la playa José Bonifacio se realizan deportes acuáticos y existe infraestructura de bares donde disfrutar de un trago y pasarla bien.
Cerca del puerto de llegada hay varias atracciones para visitar, como la iglesia del Senhor Bom Jesus do Monte, del siglo XVIII; también se encuentra el Cañón de Saudação a D. João VI, y uno de los emblemas de la isla: el árbol de baobab llamado Maria Gorda, cuya leyenda dice que quien lo bese tendrá suerte, por lo que no se puede dejar la isla sin cumplir con el ritual. Otro de los monumentos famosos es la Capilla de San Roque, del siglo XVII, y el Pozo de San Roque cuyas aguas, según dicen los lugareños, poseen propiedades curativas.